domingo, 29 de mayo de 2011

La novia eterna llevaba su vestido rasgado de tumba en tumba. "Algún día, algún día", repetía una y otra vez mientras su piel se iba entregando al olvido. La miré y por un momento pensé en ser suyo. "No, tú ya eres mío", resonó una voz dulce por debajo de la tierra. Sonreí y tarareé la marcha nupcial mientras desenterraba a mi vieja amada.

jueves, 28 de abril de 2011

Que alguien llore
que alguien llore por los que tenemos los ojos desojados
por los que nacimos sin ojos
Que alguien llore por los que no tuvimos una pelota que lanzarnos a la cara
que alguien llore por todo lo que no sentimos
que alguien llore...
O mejor aún
que alguien ría.
Que alguién ría por toda la soledad que las venas no gritan
que alguien ría en tus cortinas, en tus calles
que alguien ría aunque la miseria le atrape la boca podrida
los labios cementos, la pupila enterrada
Que alguien ría, que alguien
que alguien llore, que alguien
¿Qué? Nadie.

viernes, 22 de abril de 2011

1.0

¿Podríamos lapidar recuerdos? 

Si así fuera, tendría más impacto si lo hiciéramos sobre (o cerca) de un muro de cristal. Así, el cristal se fragmentaría y la metáfora de de la espada y la pared sería un arma de dos filos, atravesaría directamente la carne del recuerdo y quizás, con suerte, del corazón mismo.

Yo lapidaría mis recuerdos a la menor oportunidad, los atestaría de rocas e insultos y disfrutaría verlos morir desangrándose, gimiendo y pidiendo clemencia. O quizá no. El problema con los recuerdos es que no saben marcharse. Los recuerdos no saben lo que significa irse ni cómo reconocer el momento en el que su presencia ha sido veneno para el andar y la garganta. Los recuerdos no saben destruirse a sí mismos.

¿Cómo se lapidaría un recuerdo? ¿Qué fragmento de la razón es lo suficientemente débil para quebrarse detrás de uno a pesar de que creíamos que era una de nuestras bases más sólidas? Quizás aquello que no queremos olvidar. Podría ser -y de eso empiezo a estar terriblemente segura- que aquello que buscamos grabar con fuerza en nuestra memoria es lo primero que se olvida. Los recuerdos que abrazamos con más amor se desdibujan inevitablemente, se derriten en nuestras manos. ¿Por qué no es así con los malos recuerdos que parecen estar presentes en cada rincón del cuerpo? Quizá, el olvido es un recuerdo en sí, un recuerdo blanco, un recuerdo no recuerdo. O quizás no. No sé. Creo que ya lo olvidé.

lunes, 18 de abril de 2011

La pared.

Ella lloraba frente a una pared que parecía inquebrantable, una mezcla  de miedos dura , insondeable y fría. Todos los sentimientos del pasado y del futuro se agolparon en aquel único instante en el que ella se decidió a mirarlo a él directamente. ¿Mirarlo directamente? como si pudiera. Aquella pared, aquella maldita pared que parecía contener todos los obstáculos, que parecía estar llena de dolor, indiferencia, distancia, se alzaba entre ellos dos apenas ella tenía el impulso de avanzar. Ella miraba aquella pared y sabía que sería imposible cruzarla. Sabía que quizás nunca pasaría de estar más cerca de esa distancia que la separaba ahora de él. Quizás tendría que acostumbrarse por siempre a esa sensación de vacío y soledad, mirando a lo lejos su sonrisa, el brillo de sus ojos, tratando de imaginar como sería el olor de su cabello y la suavidad de su voz cerca de ella... 

La pared cada vez era más solida; la miraba más y la pared cada vez se hacía más fuerte, cada vez la dejaba mirarlo menos. Aún así ella no podía dejar las cosas así. Si permitía que aquella pared, primero de aire y niebla densos y ahora cada vez más sólida dejara aquella maldita distancia para siempre entre los dos, nunca sabría que hubiera pasado si...

No, mejor decirlo ahora y con el corazón latiéndole en los oídos. Mejor ahora y no después cuando su alma angustiada le dijera que se había dejado vencer demasiado rápido. Si esa pared tenía que construirse, que al menos ella supiera -al menos sólo ella- que lo había intentado todo por cruzar ese abismo que los separaba y había tratado con todas sus fuerzas estar junto a él. 

Ella cerró los ojos, suspiró y aunque las náuseas y un aguijonazo en el estómago se negaban a cooperar para que pudiese reunir el suficiente aire y hablar con voz teligible, ella reunió todo su valor y le habló a él a través de aquella pared. Conforme las palabras salían, su corazón se oprimía cada vez con más fuerza. Las lágrimas comenzaron a salir, los temores la volvieron a inundar. Sabía que sería imposible que él la quisiera tanto como ella  Lo amaba, sabía que no había ningún camino que pudiera llevarla a él. Lo sabía y se convencía cada vez más mientras hablaba a través de aquella pared. Al final, ya ni siquiera pudo intentar mirarlo, el suelo gris ofrecía mejor consuelo, pensar en el concreto parecía más esperanzador que tratar de imaginar lo que pasaría a continuación. 

Entones, de la nada, una luz abrumadora le inundó el alma y el corazón. Casi podía sentir que flotaba, casi... 

Miró hacia arriba y se encontró en un lugar nuevo, ya no había más paredes. Sólo estaban ella y él y él ahora la miraba, él ahora la miraba con intensidad y ella no podía dejar de sentirlo a pesar de que desviaba los ojos a otro lugar de vez en cuando.

-Yo...

Aquella pared nunca existió, si acaso era solo una puerta y en realidad nunca estuvo cerrada, si ella hubiera sido capaz de decirlo antes... Aquella puerta nunca estuvo cerrada, él estuvo ahí, siempre, esperando que ella tocara. Él estuvo siempre ahí, en esa habitación, mirando a través de la ventana y disfrutando verla pasar, esperando que algún día ella mirara hacia esa ventana, esperando que un día ella se atreviera a tocar su puerta. Nunca hubo pared. Cuando él la escuchó, toda aquella habitación en la que había estado guardando sus sentimientos se desbordó. 

Él abrió la puerta, la tomó de la mano, la abrazó con fuerza y mientras le decía lo que siempre había sentido, cerró la puerta tras de sí. Ahora sólo eran ella y él en aquella habitación, en aquél mundo aparte que nunca más dejarían quebrar, un mundo sólo para ellos dos.

viernes, 1 de abril de 2011

Silueta.

Inconscientemente sabía que tenía que dejar de respirar unos instantes para volver a darle aire al montón de sucesos inconexos de poca fidelidad sensorial que antes había llamado vida. Cerró los ojos. El hombre encima de ella enredó con suavidad sus dedos alrededor de su cuello y poco a poco, después de la necesidad salvaje de seguir respirando, la asfixia comenzó a golpetear con rudeza alguna parte de su cerebro. El pulso que comenzaba a estancársele, se disparó y pudo sentirlo en cada rincón no conocido de su cuerpo. Ardía. Él la miró con intensidad y luego clavó la lengua en su boca sin preguntar nada. La asfixia cedió, pero sólo el instante necesario para que ella no perdiera la conciencia. La sensación eléctrica de las manos del hombre se expandió de su cuello a sus senos, y sus labios, más violentos que suaves, arañaron con crueldad dulce el espacio oscuro alrededor de sus pezones endurecidos. Gimió. A veces sentía que la vida se le escapaba en cada suspiro lanzado a la pared, pero esa noche todo parecía tener más color, todo parecía más real. Percibía el olor del sudor de él, la pestilencia de aquella vieja habitación de hotel barato, era conciente de lo miserable que se veía delante de él pidiendo que le robara un poco de vida; sabía el asco que le provocaría al día siguiente  tener que despertar con aquel desconocido sucio y vulgar pero ¿qué importaba ya? La sensación de placer infinito y agridulce que ahora sentía en la boca, no era menos que toda esa existencia absurda, controlada y aburrida que llevaba a cuestas. Sonrió. Él tomó con dulzura sus muslos y los separó poco a poco mientras ella se aferraba a él sujetándolo con sus piernas y clavando las uñas en su espalda. Infinito. Aire. Menos aire. Un poco menos. Nada. Él sabía cuándo y cómo oprimir sus pulmones, al mismo tiempo en el que su lengua jugueteaba por todos lados y sus dientes herían espacios nuevos de su piel. ¿Cuándo terminaría aquella adicción casi suicida por encontrar una una prueba vívida de lo que podía ser su nombre para ella? A veces era difícil pensar en ello mientras su sexo era embestido con fuerza por ese hombre que parecía obsesionado con causarle el mayor dolor posible. Sí, dolía. Dolía mucho pero nunca era suficiente. Algo tenía que despertar sus sentidos apáticos y miserables ¿qué más da que fuera con un pinchazo breve de lujuria? Ella lo miró ¿Cuántas veces había detenido su mundo por el rostro de él? ¿cuántas veces se habían entregado ya? Estar con a su lado siempre era diferente, ella se decía a sí misma que él siempre era un desconocido, pero siempre era un él específico a sus anhelos, a su cuerpo gritando por ser profanado, a su alma desesperada por consumirse. Él, él, él. ¿Y él cuándo debía morirse?

viernes, 18 de marzo de 2011

Vivir

-¿Qué haces aquí?
-Tenía ganas de caminar
-¿No te lastima la luz del sol en tus párpados quemados?
-Muy poco, tener dolor constante siempre termina por acostumbrar los umbrales de percepción y reajustar las situaciones de dolor.
-¿No te pesan las llagas?
-Ya casi no, terminan por volverse livianas y cubrirse unas a otras.
-Sigo sin entenderlo ¿Tú? ¿Caminar? Tienes los pies deformados y con algunos dedos perdidos, otros casi gangrenados ¿No deberías estar arrastrándote?
-Mientras todavía pueda sostenerme, no veo porque mi cuerpo entero deba tocar el pavimento.
-Es increíble, aún así, con la piel verdosa, escamada, algunos cabellos por ahí y en general, tu aspecto decadente ¿No sientes pena por ti?
-Soy yo, si me tuviera lástima, la vida dejaría de tener sentido
-¿Lo tiene?
-Por ahora sí, por eso quiero caminar.
-¿Caminar le dará sentido a tu vida?
-No lo creo, caminar en sí es el sentido.
-Pero... ¿A dónde vas?
-¿A quién le importa? Tú lo has dicho, mi cuerpo descarnado ha dejado de tener valor en este mundo físico, son pocos los que me ven sin poder contener una mueca de asco y lástima. Sé que algunos desean que yo me muera, sin embargo, sigo aquí. Soy un despojo de mugre y sangre pero mis venas aún laten. Aún cuando mi cabello se ha caído a pedazos, lo que queda aún sirve para tejer sueños. Tendré la piel lacerada y los ojos medio ciegos, pero aún puedo sentir, aún tengo ganas de mirar. No veo porque he de morirme.
-No quiero verte sufrir más, eso es todo.
-¿Acaso me ves sufriendo? Hace tiempo que dejé de llorar, la sal se derrama ahora en algunas de mis heridas, las nuevas, las que más arden.
-Yo...
-No trates de entenderme, mucho menos fingir que sabes como me siento. No tienes ni idea y piensas que sufro sólo porque tú sufres al verme así. Ahora soy un reflejo de lo que alguna vez fueron las emociones que guardé. Yo mismo me hería una y otra vez en silencio, en soledad, en penumbras; fui tan miserable que la vida consideró necesario hacerme un ser patético. Toda y cada una de las muertes que ves en mí es todo lo que fui aún cuando en mi cara se podía definir un rostro.
-Pero...
-Creo que más bien deberías tener pena por ti, quizás tu alma está más podrida que mi cuerpo.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Dos.

"Escribir es traspasar las apariencias y confrontar al caos que presentan"

Únase y signifíquese al gusto.

Burbuja: mancha de jabón con forma geométrica que muchos llaman círculo pero que más bien es una tierra transparente con arcoiris de luz.

Yo lo llamo   "Jabón por un mundo mejor"
  Únase y signifíquese al gusto.

 Explorar (Del esp. "ex" e "implorar"): Dejar de implorarle a la razón que vuelva.

Yo lo llamo   "I'm free, honey"

Únase y signifíquese al gusto. 

Únase y signifíquese al gusto.

"La técnica aspira a que a la perfección mientras que el contenido debe contener un continuo movimiento del caos"

Únase y signifíquese al gusto.

Vagaje (Sí, con "v"): vagabundo de engranes.

Yo lo llamo   "changoleón con ruedas dentadas"

Únase y signifíquese al gusto.

 Mensaje (Del esp. "menso" y "masaje"): aquello que le da al popular individuo conocido como "menso" un golpe intelectual que termina estimulando su mente. Si el menso es absoluto, sólo se sentirá incómodo inconscientemente, pero si aquel menso sabe captar la esencia del estímulo, aquello cobrara vida tangible en el consciente y el menso tendrá duda* por lo que sí será un menso, pero lo será en escala relativa.


Yo lo llamo   "Deja que se te escurra la baba, nomás no salpiques"

Únase y signifíquese al gusto.

domingo, 13 de febrero de 2011

Suspensiva.

Me preparo para quedarme sola lo que me resta de vida. No es fácil pero es necesario. Cada vez que necesito compañía y mi corazón oprime con fuerza mi pecho, cortándome la respiración, me recuerdo mi meta y ya no duele tanto. Sé que si sigo así, algún día lo lograré. Prepararse para eso que llamamos "el resto de la vida" requiere mucha práctica y también de mucha voluntad.

Cada mañana despierto y me niego a mirar a las paredes para que no me hagan plática, mejor mirar al suelo que sólo te sostiene sin decir nada. Me baño y me visto, preparo algo para desayunar y me resisto a platicar con las frutas que alegremente parlotean versos de sol. 

Cuando salgo a la calle, me escondo tras mis lentes oscuros, con la ilusión de que nadie mire que hace siglos no platico con la noche y ésta me atormenta con sus lágrimas hasta robarme la última gota de sueño. 

Siempre camino por las mismas calles y ellas, quietas, me miran sin decir nada. Todos los rumbos han aprendido a no llamarme más. Creo que por eso me gusta caminar por ahí, por esos lugares en los que pocos pasan, donde los pájaros no cantan y las flores se marchitan más rápido de lo que pueden desarrollar consciencia de estar vivas.

¿Por qué he decidido estar sola? Es algo que yo también me pregunto a veces, dudando si estoy haciendo bien en ya no hablar con nadie ni cruzar una mirada. La verdad es que no hay nada correcto o incorrecto en la vida, sólo están las decisiones que tomamos y aquello que dejamos ir. Pues bien, yo elijo dejar el contacto con la vida y con todo lo demás. Quiero averiguar si desaparezco, quiero ver si mi existencia llega a ser lo suficientemente débil para que nadie recuerde ni mi nombre ni mi figura, quiero ser ésa que no tenga sombra, quiero ser la que muera solas ¿Por qué? Por que así no duele, así no busco ser algo que no soy y no busco agradarle a alguien, así no hay decepciones, así no duele perder. ¿Para qué buscar una vida compartida con una sociedad que se destruye a si misma? Yo ya no quiero vivir así y como soy una cobarde, no puedo simplemente saltar por un edificio. 

Es entonces que elijo no hablar jamás, no mirar, no sentir. Solo somos yo y mi sombra y esta última poco a poco está desapareciendo; puedo sentir cómo se disuelve y apenas la miro de reojo, para ver si piensa que ya no la quiero y termina por largarse. Por mí que se vaya, que ella también me abandone. Quizás cuando se vaya ahora sí estaré completamente sola y podré empezar a desaparecer yo también. A veces me siento un poco invisible, a veces dejo de reflejarme en los espejos. ¿Cuándo por fin dejaré de existir sin morirme? No sé, pero espero que sea pronto.

viernes, 4 de febrero de 2011

Sin claridad.

Tú eres la razón por la que una vez llegué a pensar que el mar alcanzaría al cielo.
Tú eres la razón por la que creí que el horizonte dejaría de moverse para que pudiera acariciarlo.
Tú fuiste mis sueños más distantes, mi metafísica más habitual.
Tú y solo tú.

¿Por qué a veces siento que hasta el mar dejó de ser azul?
¿Por qué ahora sé que aunque observe fijamente el horizonte este seguirá moviéndose sin devolverme la mirada?
¿Por qué ya no puedo dormir?
¿Por qué anhelo dejar de pensar?
Tú y solo tú
¿Por qué no puedo dejar de amarte?

Tú eres la razón por la que anhelé ser un París de nieve eterna.
Tú eres el por qué de todas las tonalidades con sabor tibio en mi boca
Tu fuiste mi asfalto más etéreo, mi efervescencia con aroma a sal.
Tú y solo tú.

¿Cómo es que ahora París dejó de ser Venecia?
¿Por qué el metal se ha adueñado de mi lengua y mis ojos?
¿Por qué el caer -aún en hierba- duele a fractura de alma?
¿Por qué me vaciaste la vida?
Tú y solo tú.
¿Por qué si ya te has ido, no puedo dejar de pensarte?

viernes, 21 de enero de 2011

Juicios sin promesa.

Giro tan rápido que no puedo percibir si caigo, me elevo o sólo estoy dando vueltas sin sentido ni destino aparente. Me ha dolido tanto el corazón que no entiendo qué significa que estés aquí. ¿Sabes?, sólo te veo decidido a levantarme cuando creí que estaba completamente sola.

Llegaste, estuviste ahí. Sumido en penumbras apenas visibles, me miraste con dulzura hasta que me viste caer y entonces no sujetaste más las ganas de estar cerca y saliste un poco de las sombras. Sí, me diste tu mano, yo la tomé y abracé la calidez de tu consuelo.

Ahora que después de tantas veces de intentar, por fin estamos cerca, me doy cuenta por las huellas tristes de tu mirada que también estás herido. Lo siento, lo veo. Tu rostro calla mientras sujetas mi mano. No sé por qué no puedo hablarte directamente. Quizás nos hemos acostumbrado tanto al silencio que ¿cómo dejarlo de lado para mirarnos de frente? No es que no quiera hablar, es que tengo miedo. ¿Tú que dirías?

Muchas veces, al intentar recorrer grandes distancias en poco tiempo me he topado con muchas desilusiones. Es así como estoy aquí: con el corazón destrozado, la razón desganada y el cuerpo miserable de alguien que apenas piensa del mundo. Entonces así, como soy, te miro a ti tan hermoso, tan sincero; cuando peor me siento, tú callas y nos encierras en una sombra que es nuestra, en un mundo en el que solamente nos tenemos a nosotros y a las estrellas. ¿Cómo hacerte entender que sin ti el tedio en el que me he sumido resulta tan profundo y perdido como cualquier inconsciencia sin sueños?

¿Qué pasa? ¿Qué siento? Creo que alguna vez te lo dije, solo quiero que estés cerca. Mi yo impulsivo quiere presionar y obligarte a decirle al mundo que soy yo y nadie más pero ¿cómo lo vas a decir si tampoco estás seguro? Lo que es es, y lo que será, será...

Tenemos que detenernos. Tenemos que decir que algo cambia pero todavía no lo hace por completo. Tenemos que darnos cuenta que ya no podemos vivir sin el otro y a la vez, también hay que decir que es muy pronto decir "ahora", que todavía duele el pasado, que a veces la oscuridad es hermosa, que nos gusta vivir atormentados. Tenemos que reconocer que somos tan retorcidos que nuestras propias ideas terminan cauterizando los golpes para hacerlos cadena.

No, te juro que no voy a callar. Te juro que digo todo esto porque a susurros todavía no logro hacerte entender que acepto quererte como eres, en silencio, en la oscuridad, en las sombras, a ratos, sin condiciones. Quiero que me busques cuando lo necesites, que nos miremos de lejos, que me llames por ese nombre que odio y me dejes enamorarme del tuyo para grabarlo algún día en mis ojos.

Sólo eso. Lo demás, el tiempo lo dirá.

martes, 18 de enero de 2011

Miradas, lazos rojos y otras canciones sin destino.

Ni siquiera fue un reencuentro frente a frente. Simplemente no tuve el valor de encararlo y obligarlo a que me mirara y me dijera algo directamente. Ni sé qué fue lo que supe o si en verdad él está mal. No entiendo, pero aunque intenté ya no mirarlo, después de que cordialmente me dijo que no me podía corresponder, hace algunas horas me di cuenta que él no estaba muy bien.  

¿Qué le pasa?, pensé,  yo le dije que lo querría a pesar de todo y que mi amor (¿o cariño?) era tan grande que él solo tenía que preocuparse por ser feliz. ¿Por qué eso no es suficiente para que busque su vida en otro lado (no muy lejos de mí) y me eche en cara que la mejor decisión de todas fue el jamás pensar que la felicidad estaba a mi lado?

Sucede que a veces soy egoísta. Mucho, diría yo. Querer, hasta donde entiendo, jamás debe ser un acto egoísta, sin embargo. ¿cómo no ser egoísta cuando sabes que si te hubiera elegido a ti quizás su corazón no se hubiera quemado tan rápido?  ¿Cómo no ser egoísta cuando lo único que quieres decirle es un "Te lo dije. Debiste haberte quedado conmigo"? ¿Cómo quitarme la sensación de un hubiera en el que él pudo haber sido feliz por más tiempo? No es que yo fuera la respuesta a la felicidad eterna, lo sé; sé que quizás también conmigo la felicidad no podría haber sido menos dolorosa, irritante y molesta (así de bien creo que me conozco), pero... Pudimos haberlo intentado, ¿no? pudimos y él, sabiendo eso (quiero pensar), dijo que no. Yo lo respeté íntegramente (o lo intenté aceptar en cachos) pero cuando miré a mi alrededor buscándolo, lo vi ahí, triste, solo, quejándose del karma y buscando olvidar todo en un cigarro de marihuana. ¿Cómo hacerme entender que debo mirarlo sufrir sin decir nada?

Lo miré y me sentí triste. Pensé en lo que pudo ser y la verdad es que dolió, pero lo sentí más por él, o a lo mejor sentí más el hecho de que aún solo, ni por un momento pasó por su cabeza apoyarse en mí. Quizás por quien en realidad me estoy sintiendo mal es por mí, pero quiero pensar que no, porque entonces volvería a caer en el egoísmo y no quiero. Mi firme propósito es querer y que aunque ese sentimiento no sea correspondido, poder ser al menos partícipe y espectador de cómo nuestras vidas se desarrollan en distintos caminos sobre un mismo plano, pensar que cuando dos personas se conocen y deciden tener algo que ver, sea bueno o no, de cierta forma sus destinos se cruzan un instante y después de eso permanecen dentro de cierta sintonía ¿o no?

Bueno, en conclusión, eso es lo que sucede, que quiero a alguien (aún no entiendo en qué forma exactamente) y él, aún triste, no quiere saber nada de mí, ni quiere que sea su amiga, ni quiere que lo consuele, y quizás ni me quiere cerca.

Debería rendirme y entender de una vez que no soy nada para él, pero ¿cómo entenderlo de una forma en la que me resigne y me pueda alejar para siempre?

martes, 11 de enero de 2011

Espalda sin rumbo

Lo miré mientras caminaba por el bulevar de los sueños rotos, tenía la guitarra caída y la mirada observando el vacío.

En realidad apenas pude divisar su espalda un poco apagada y sus manos escondiéndose en sus bolsillos.

Lo que captó mi atención fue su guitarra dormida, acariciando su cuerpo, colgada con mira al suelo y expresión fatigada.

Anduve un rato tras de él, observando. Caminaba como si el beber las calles apenas desgastara las suelas.

No, más bien caminaba como si huyera.

Pero no huye, pensé. ¿Cómo podría huir a un paso tan suave?

Me detuve y el siguió alejándose. Quise detenerlo y con una sonrisa levantar la guitarra que languidecía como su espalda joven y a la vez vencida.

Quise pero supe que no podía hacer mucho.

En el bulevar de los sueños rotos, cada quien camina por su propia calle.

lunes, 10 de enero de 2011

Ideas y migajas.

Puedo decir que en la madrugada, después de decirte "buenas noches", te quise un gramos más de estrella. Bueno dos... Casi podría jurar que tengo una galaxia entera que darte ya, pero ¿eso importa? No creo.

¿Quieres saber que más? Bueno, también te escribí un relato. Bueno no, lo tatué en mis recuerdos y aquí lo tengo, guardado junto a tu silueta. Prometo susurrártelo al oído algún día.

Perdona si en vez de decir que te quiero prefiero escribir versos al aire. Perdona si no soy el tipo de persona que mira la realidad y entiende lo que significa la distancia. Perdón por creer en los relatos de tierra y nube. Perdón por pensar demasiado y querer que sepas todo lo que pasa por mi mente.

Hoy, por primera vez tuve miedo al ver que nada de lo que te decía hacía que me respondieras. Quise explicarme todo con el "No quiere que sepan que lo quieres. Como que tiene miedo a que te roben y así." que alguna vez me dijiste y ¿sabes? no funcionó. No funcionó porque el miedo de perderte, ahora es más grande que cualquier otro pensamiento.


¿Quieres saber que pasó? Se me congelaron los dedos y los versos desgarrados tipo "Romanticismo" salieron de mi piel, quemándome. Casi puedo jurar que el corazón se me perdió.


Y aquí estoy otra vez, escribiéndote. Siempre que siento que no estoy viva escribo mucho, y lo peor de todo es que cuando siento mi corazón latir, escribo más... ya ni se diga de cuando estoy enamorada porque podría dejar de comer o de dormir con tal de regalarte en un papel mil composiciones sin sentido.

Tengo miedo, no sé pero lo tengo... y tengo frío, frío cuando pienso en un tú distante.  


Hoy me dijiste. "Me extraño ¿Qué me hiciste? y yo respondí "Te perdí para ver si me buscas". No sé que pensaste cuando supiste eso, pero quería que al menos fueras consciente de que yo también me siento perdida y deseé que al menos estuvieras en la misma situación. 

En realidad no sé que te hice, no sé si funcionó y no sé cuánto durará, sin embargo, quiero pensar que estamos perdidos con camino a compartir la nada. 


Ahora te pregunto ¿Tú que me hiciste? ¿Por qué te ganaste mi corazón tan rápido? ¿Por qué no dejo de pensar en ti? ¿por qué escribo tanto con la esperanza de que leas algo y sonrías?.


Ay tantas cosas que no sé... pero esta vez se trata de ti y voy a guardar algunos versos para que parezca silencio. 

Me voy a callar para que pienses que al parecer no pienso en ti aunque lo haga. 

Te voy a decir que te quiero y voy a cerrar muy fuerte los ojos, esperando no sentir que te alejas, esperando que te acerques más y ya no te vayas nunca.

domingo, 9 de enero de 2011

Percepción.


Recuerdos como rompecabezas
dispersos, radiantes.
Te miro en instantes.

Guardo cada verso de ti
Te reconstruyo en la penumbra.
Mira como vuela la bruma

La mirada se recompone.
Somos fragmentos desunidos.
Como alas de sueños caídos

La mente altera la percepción.
Somos irrealidad infinita.
Los ojos no son lo que miran.

sábado, 8 de enero de 2011

¿De quién es la culpa?

Eran las tres de la mañana. No supe cómo pero desperté sabiendo que pensaba en mí. En mi mente podía verlo pronunciando mi nombre, sonriendo y deseando que estuviera con él.

Sin abrir mis párpados, sonreí. Era hermoso pensar que por fin había encontrado una persona que tenía el interés suficiente para reclamarme por algo y esperar que respondiera dejando todo de lado por él. Bueno, lo hice, no supe por qué, pero reaccioné y a partir de ese momento lo pensaba de tanto en tanto, checaba mis mensajes, lo buscaba con avidez.

Rememoré todos los instantes en los que él había logrado detener mis latidos y sonreí, sonreí aunque sabía que aquello era solo un espejo a mi yo miserable. Miserable porque sabía que le estaba haciendo daño a alguien y que ese alguien se daba cuenta que nos alejábamos cada vez más.

¿Qué puedo decir? Siempre que le dedicaba algún poema me decía "no es justo, yo no soy escritor" Cuando le  hablaba en verso me decía "No entiendo" y cuando me enojaba mucho al ver que a otras si les regalaba algunas metáforas, él me dedicaba una sonrisa y me decía "pero a ti te quiero". ¿Qué podía decir ante eso? Siempre caí en todas sus trampas, hasta que lo quise tanto que se volvió imprescindible. Sí, también lo busqué a él, lo miraba de lejos, me moría de celos, soñaba con su voz... me  hundí tanto y tan profundo que pensé que quizás así era la vida, oscura pero a su lado. Entonces, un día le pregunté "¿Me quieres?" y su "mucho" no me supo igual. Me había dicho tantas veces "te amo" que quizás lo había dado por sentado sin creerlo realmente. Me aventuré un poco más y con todos mis miedos atorados en la garganta, tomé la pala para cavar mi tumba un poco más, solo un poco más...

-¿Y por qué me quieres tanto?

No recuerdo si lo pregunté así, apenas puedo traer a mi memoria el instante completo y preciso, sin embargo, lo hice.

-Esa es una pregunta que no pienso responder.

No sé ahora si el énfasis en "no" es producto de mi imaginación o en verdad él lo hizo. No sé si las largas pausas entre tus respuestas significaron algo, no sé si en verdad tomó un hacha y quebró hasta el último cristal dentro de mi pecho. Hay muchas cosas que no sé y que no sabré; y eso usualmente me atormenta; pero no saber en específico algo con respecto a él dolía, y mucho.

A estas dudas él decidió darles el nombre de "arranques" y con toda razón. Duele y a la vez me enoja. Me enoja que sufrir me ponga a merced de alguien y me hace sentir tan vulnerable que no puedo dejar de pensar que es estúpido que tenga que consagrar cada instante inconsciente de mi existencia a una persona que al parecer no le importa.

Pensé esa noche, recordando, lamentándome, insultándome. Tenía los párpados cerrados con fuerza e intentaba olvidarme de todo, limpiar mi corazón y decir "basta" para que la soledad volviera a mi lado como en tantas noches de tormento.

¿Hace cuanto que no lloro? Esa es otra de las cosas que apenas recuerdo. Lloro con las películas estúpidas de amor y con canciones que tienen esencia que quema el alma pero ¿llorar por mí? ¿por alguien? ¿llorar por todos los "adiós" no pronunciados y por todo el veneno que se me acumula en la garganta cuando pienso que este mundo es igual de bueno que una lata tirada en la calle esperando a ser pateada?

No, yo no lloro por eso.

Suspiré, tan largo y tendido que me dolieron los pulmones y me dio vueltas la cabeza.

¿Qué había pasado después de eso?

-¿Qué haces? me había preguntado una amiga, unas horas antes.

Yo suspiré con hastío y di mi peor respuesta:
-Dándome de topes en la pared y enredando mi corazón con cadenas, seguros y muchos candados. ¿Y tú?

Reí amargamente. ¿Por qué decía eso si en verdad nada pasaba? Ella se preocupó por mí. Y eso es lo que odio a veces de las personas, que algunas se preocupan solo por lástima. Bueno que este no haya sido el caso, porque sé que ella en verdad se preocupa por mí.

-¿Qué te pasó?

Sí, eso ¿Qué me pasaba? Me sucedía todo y nada a la vez. Una vez más mis pensamientos me atormentaban y nadie había hecho nada. Todo era producto de mi "mente brillante" y de todos los libros y de todas las ideas relucientes que guardo en una caja de zapatos con la ilusión de algún día hacerlas novela. Todo era yo y mi mundo alterno en el que huyo de la vida. Todo era nada.

"¿Qué te pasó?"

-El mismo idiota hombre no perfecto de siempre. Ya ni llorar es bueno, comadre.

 Sonreí. Eso, los príncipes azules siempre terminan pasando por una lluvia ácida de color amarillo y se convierten en una figura de un verde verdaderamente atractivo y a la vez mortal, como la sensación de polvo en la garganta.

-¿Y por qué permites que eso suceda?

¿Por qué lo permitía? ¿Por qué dejaba a mi mundo atormentarme? ¿Por qué no luchaba contra mi misma?

-No es que lo permita. Ése es el problema. Ya no me acuerdo como llorar. Solo ya me fastidié de él, de todos y de todo.

Llorar tiene sus ventajas, suele ser una marea de cloro y ácido con sabor salado que baja por las mejillas y se siente en el corazón, lo descarga. 



Su última pregunta me dejó helada.

-¿Y qué vas a hacer?

Nada.

-Nada, dejarlo podrir y darme de topes en la pared. Ya después llegará algo. Creo. Siempre llega.

Siempre ha sido así. Cuando peor me siento, huyo de todo en mi mente, en mis historias, en todo. El mismo mundo que termina por arruinarme la vida es a la vez una escapatoria que se abre cuando peor me siento y sé que no puedo salir de mi habitación. 

Ese mundo es una bendición y a la vez una cruz mortuoria en la que sufro constantemente.

A veces me maldigo porque todavía, aunque ya no soy niña, puedo imaginar.

Ah que los recuerdos. Me dí unas cuantas vueltas en la cama y abrí los ojos. Todavía era de noche. No se qué tan de madrugada pero todavía la capa de sombra cubría cada rincón de mi espacio. Miré al techo, abrazándome, intentando recordar que me había pasado después.

Ah sí, lo que otra persona me dijo. 

No sé si llamarlo "amigo", "amor tardío", "amor ilusión" o simplemente "otro que me rompió el corazón". Se me pierden los nombres porque una misma etiqueta le cabe a muchos rostros. Con tantas palabras, a veces prefiero recordar imágenes, aunque sean en blanco y negro, aunque ese par de anteojos pudieran ser de cualquiera, aunque esa expresión ausente del que mira hacia otro lado pudiera ser de alguien más. 

Lo recuerdo. No, más bien, lo tuve que recordar porque se apareció en mis mensajes justo en el peor momento. 

"Calma. He's not worth it, no one is."

¿Cómo sabía lo que me pasaba? Tan común de él saber cosas de mí de las que yo apenas me entero. Tan común de él encararme a todo lo que odio y disfrutar viéndome sufrir. ¿Lo sabes, Luis? Eres un maldito sádico.

Escribí como él, solo para intentar crear un espejo aunque sabía que con él eso no funcionaba.
 

"Pero el sueño es encontrar who can fit in. Los fallos son necesarios, lo sé pero ¿tantos? Me frustra, me fastidia y me duele. Eso."
 
Lo imaginé sonriendo, como en la imagen con mirada ausente que siempre recuerdo con mucho cariño, imagen que aunque desdibujada ya, todavía sigue haciéndome pensar en los "hubiera".

"Los buscas, lo sabes. No lo hagas. Abre bien los ojos; cierra bien el corazón. Cerrarás los ojos cuando alguien logre abrir tu corazón"

Ahora que leo bien ese mensaje me pregunto ¿Qué quiso decir realmente? Solamente respondí un "deal" en ese instante porque ya no quería discutir con él. Quería darle la razón y poder dormir aunque fuera un instante, escapar de otra noche como en la que ahora estaba, pensando en todo. 

Pero al parecer, esa noche, él  no estaba satisfecho de mí. Me dio una estocada que me dolió mucho pero a la vez me abrió los ojos, justo como el "esa es una pregunta que no pienso responder" que me había dicho alguien más no muy detrás: 

"En serio pregunto. ¿Sigues siendo la misma Ana Laura? Sufrir le ha hecho bien a tu poesía. La vocación de tus letras es ser miserables"

Le dije "tarado", "estúpido", me enoje mucho y él ya no respondió más, como siempre. 

Reaccioné. No estaba leyendo sus mensajes. Todavía era yo, acostada en una cama fría, mirando al techo y dejándome absorber por los recuerdos.

Miserable. Sí, eso.

Tan miserable como la niña de seis años a la que nadie del grupo le hablaba después de que por inundar el salón, su mamá le había dado la paliza de su vida. 

Tan miserable como esa misma niña que en la hora del recreo veía a su hermana pequeña jugar con sus amigos mientras daba una y otra vez vueltas al patio de la escuela, fingiendo que nada pasaba pero con ganas de llorar.


Ah que los recuerdos. Ah que pinche mundo asqueroso y triste en el que me tocó vivir. Ah que pinche mundo me he creado.

Volví a cerrar los ojos, intentando olvidar. 

Qué difícil es existir sintiéndome tan sola. Qué difícil es olvidar los gritos y recordar que siempre termino quejándome en una habitación vacía, en silencio, en las sombras.

¿En qué estaba pensando en un principio? Apenas lo recuerdo.

Ya no eran las tres de la mañana, eran las cinco. Había despertado porque alguien había pensando en mí. En mi mente solo podía imaginar al nuevo él pronunciando mi nombre, sonriendo y deseando que estuviera a su lado.

Sin abrir mis párpados, sonreí. Era hermoso pensar que por fin había encontrado una persona que tenía interés para reclamarme por algo y esperar que respondiera dejando todo de lado por él. Y ahora más que nunca, sabía que eso era justo lo que había hecho. No supe por qué pero tuvo suficiente fuerza lo que me dijo, que reaccioné y a partir de ese momento, lo pensaba de tanto en tanto, checaba mis mensajes y lo buscaba con avidez.

Rememoré todos los instantes en los que él había logrado detener mis latidos y sonreí, sonreí aunque sabía que aquello era solo un espejo a mi yo miserable.

Miserable porque no sabía si lo que había hecho en realidad me traería una sonrisa cada mañana o simplemente había cometido otro error de cálculo y el nuevo él también se iría sin pensar ni un pequeño instante en mí, porque como todos, a él también pdría gustarle jugar al amor.

Miserable, al fin y al cabo, miserable.

Eran las cinco de la mañana y yo solo podía pensar en que quería morder un pan.



viernes, 7 de enero de 2011

Versos de lugares y medidas.

Así te quiero,
en la cama,
en los ojos de las calles vacías.

Te quiero en soledad y en noches de lluvia.

Así te quiero, 
en todas las hojas caídas, 
en las primaveras viejas.

Te quiero en todos los otoños de fuego y en todas las sonrisas olvidadas.
En cada espacio gris del techo y en todos los llantos tibios...

Así te quiero,
en las luces rojas y en todos los caminos sin voz.

 Así te quiero, cerca.
 No sé de dónde, pero cerca.

Cerca de los universos recostados en tu lado de la almohada
Cerca de las mañanas con sábanas de menta.
Cerca de los rostros fríos y las manos sin rumbo.
Cerca de las grandes olas de hierba y las páginas amarillentas.

Cerca.
Así te quiero, cerca 
y también  lejos.
Lejos de mí alma atormentada y los gritos que reprimo con la esperanza débil.
Lejos de todos los inviernos punzocortantes y las flores de entierros anónimos.
Lejos de las farolas que olvidan brillar y las paredes destruidos por la nada.
Lejos de mis pies fríos y tímidos.

Lejos... muy lejos.

Porque te quiero,
te quiero cerca.

Porque te cerca,
te quiero lejos.

Porque te lejos, cerca.
Porque te distancia, quiero.
Porque te quiero, anhelo.

Sí, así te quiero.

sábado, 1 de enero de 2011

Condenados

-Todavía nos queda un poco de tiempo.
-Quizás. O puede ser que también ya no nos quede nada.
-¿Como deberíamos llamarnos entonces?
-Condenados, tal vez.
-Suena bien, me gustan las palabras que empiezan con "c"
-Sí, lo sé, por eso lo dije.
-Me conoces bien.
-A ratos. A veces no tengo ni idea de lo que quieres decir.
-¿Enserio?
-Sí.
-Ahora entiendo.
-Hmmm...

-¿Quieres saber?
-¿Qué?
-Lo que ahora entiendo.
-Si me lo quieres decir...
-¿Quieres saber?
-Solo si tienes interés en decírmelo; si no, aunque quisiera, no me lo dirías. Espero a saber que piensas antes de actuar y así no frustrarme.
-Curioso.
-¿Si? ¿Qué?
-Tu forma de pensar, tan desobligada, tan poco comprometida.
-Para ti puede parecer así, pero no lo es.
-¿No?
-No, actúo así porque así no sufro; si sufriera, créeme, tú sufrirías conmigo.
-¿Por qué?
-Porque alguna parte de ti todavía me quiere y si yo sufriera, lamentarías verme así y saber que fue por tu causa. Por otro lado, soy parte de ese tipo de personas que son muy vengativas y te haría sufrir.
-Tienes problemas mentales.
-Solo cuando se trata de ti.
-Más bien, solo cuando se trata de nosotros.
-Sí, algo así.
-Hmmmm...

-¿Vas a decirme?
-¿Qué?
-Lo que ahora entiendes.
-Espera, estoy pensando
-¿En qué?
-En el por qué nos equivocamos.
-Siempre has sido así... "Por qué, por qué, por qué" ¿Qué acaso tiene que haber una respuesta a todo?
-Antes pensaba que sí, ahora no lo sé.
-Y si ya entendiste eso, ¿por qué seguir intentando buscar razones?
-No sé, me gusta pensar.
-Bueno, tienes razón, por ahora eso es todo lo que nos queda.
-Lo sé.
-Solo tú eres capaz de molestarme tanto cuando tienes la razón.
-No te enojes, te voy a decir lo que ahora entiendo.
-Escucho.
-¿Sabes? Lo que acabo de entender es que nada tiene sentido y que jamás lo tuvo; quizás, si tengo razón, jamás lo tendrá. Lo sorprendente de todo es que, aún cuando carece por completo de lógica, estamos aquí, tú y yo, al borde del precipicio, juntos. Por más que lo intento, no puedo imaginarme en otro lugar que no sea este, contigo, aquí y ahora.
-¿Eso es todo?
-¿No te sorprende?
-No, ya lo sabía.
-¿Enserio?
-Sí.
-¿Por qué no me lo dijiste?
-Lo hice.
-¿Cuándo?
-Cuando me dijiste que quizás nos quedaba un poco de tiempo.
-Pero...
-Al hablar del tiempo, insinuaste que quizás había una posibilidad de escapar;  sin embargo, mi corazón latió tan fuerte con solo escuchar tu voz, que entendí que estábamos atrapados, o al menos yo y con eso era suficiente, porque no iba a dejarte ir. Aún así, te dije que quizás ya no nos quedaba tiempo...
-Entonces...
-Fue cuando te dije que estábamos condenados. Condenados a estar aquí, juntos, al borde de la nada y sin saber a donde ir. Lo había entendido hace poco y aún así, resumí todo lo que siento por ti en una palabra.
-¿Condenados?
-Sí.
-Eso suena a tortura.
-Lo es.
-¿Por qué?
-Para mí es insoportable el solo pensar que no estés aquí.
-Pues no lo hagas.
-No puedo, tal y como dijiste antes, te conozco bien.
-¿Y?
-Sé que tú si puedes pensar en otros lugares y en otras personas.
-Pero te acabo de decir que...
-Te oí, pero lo que me dolió fue escuchar que lo intentaste y al menos yo, jamás podría siquiera intentarlo.
-¿Por qué?
-Ya te lo dije, es mi condena.
-¿Y así de fácil lo aceptas?
-No veo por qué no habría de hacerlo.
-¿Lo dices así? ¿Tan fácil?
-Es fácil cuando sientes que no hay otra razón más que respirar por esa persona.
-¿Eso qué significa?
-Que te amo.