Eran las tres de la mañana. No supe cómo pero desperté sabiendo que pensaba en mí. En mi mente podía verlo pronunciando mi nombre, sonriendo y deseando que estuviera con él.
Sin abrir mis párpados, sonreí. Era hermoso pensar que por fin había encontrado una persona que tenía el interés suficiente para reclamarme por algo y esperar que respondiera dejando todo de lado por él. Bueno, lo hice, no supe por qué, pero reaccioné y a partir de ese momento lo pensaba de tanto en tanto, checaba mis mensajes, lo buscaba con avidez.
Rememoré todos los instantes en los que él había logrado detener mis latidos y sonreí, sonreí aunque sabía que aquello era solo un espejo a mi yo miserable. Miserable porque sabía que le estaba haciendo daño a alguien y que ese alguien se daba cuenta que nos alejábamos cada vez más.
¿Qué puedo decir? Siempre que le dedicaba algún poema me decía "no es justo, yo no soy escritor" Cuando le hablaba en verso me decía "No entiendo" y cuando me enojaba mucho al ver que a otras si les regalaba algunas metáforas, él me dedicaba una sonrisa y me decía "pero a ti te quiero". ¿Qué podía decir ante eso? Siempre caí en todas sus trampas, hasta que lo quise tanto que se volvió imprescindible. Sí, también lo busqué a él, lo miraba de lejos, me moría de celos, soñaba con su voz... me hundí tanto y tan profundo que pensé que quizás así era la vida, oscura pero a su lado. Entonces, un día le pregunté "¿Me quieres?" y su "mucho" no me supo igual. Me había dicho tantas veces "te amo" que quizás lo había dado por sentado sin creerlo realmente. Me aventuré un poco más y con todos mis miedos atorados en la garganta, tomé la pala para cavar mi tumba un poco más, solo un poco más...
-¿Y por qué me quieres tanto?
No recuerdo si lo pregunté así, apenas puedo traer a mi memoria el instante completo y preciso, sin embargo, lo hice.
-Esa es una pregunta que no pienso responder.
No sé ahora si el énfasis en "no" es producto de mi imaginación o en verdad él lo hizo. No sé si las largas pausas entre tus respuestas significaron algo, no sé si en verdad tomó un hacha y quebró hasta el último cristal dentro de mi pecho. Hay muchas cosas que no sé y que no sabré; y eso usualmente me atormenta; pero no saber en específico algo con respecto a él dolía, y mucho.
A estas dudas él decidió darles el nombre de "arranques" y con toda razón. Duele y a la vez me enoja. Me enoja que sufrir me ponga a merced de alguien y me hace sentir tan vulnerable que no puedo dejar de pensar que es estúpido que tenga que consagrar cada instante inconsciente de mi existencia a una persona que al parecer no le importa.
Pensé esa noche, recordando, lamentándome, insultándome. Tenía los párpados cerrados con fuerza e intentaba olvidarme de todo, limpiar mi corazón y decir "basta" para que la soledad volviera a mi lado como en tantas noches de tormento.
¿Hace cuanto que no lloro? Esa es otra de las cosas que apenas recuerdo. Lloro con las películas estúpidas de amor y con canciones que tienen esencia que quema el alma pero ¿llorar por mí? ¿por alguien? ¿llorar por todos los "adiós" no pronunciados y por todo el veneno que se me acumula en la garganta cuando pienso que este mundo es igual de bueno que una lata tirada en la calle esperando a ser pateada?
No, yo no lloro por eso.
Suspiré, tan largo y tendido que me dolieron los pulmones y me dio vueltas la cabeza.
¿Qué había pasado después de eso?
-¿Qué haces? me había preguntado una amiga, unas horas antes.
Yo suspiré con hastío y di mi peor respuesta:
-Dándome de topes en la pared y enredando mi corazón con cadenas, seguros y muchos candados. ¿Y tú?
Reí amargamente. ¿Por qué decía eso si en verdad nada pasaba? Ella se preocupó por mí. Y eso es lo que odio a veces de las personas, que algunas se preocupan solo por lástima. Bueno que este no haya sido el caso, porque sé que ella en verdad se preocupa por mí.
-¿Qué te pasó?
Sí, eso ¿Qué me pasaba? Me sucedía todo y nada a la vez. Una vez más mis pensamientos me atormentaban y nadie había hecho nada. Todo era producto de mi "mente brillante" y de todos los libros y de todas las ideas relucientes que guardo en una caja de zapatos con la ilusión de algún día hacerlas novela. Todo era yo y mi mundo alterno en el que huyo de la vida. Todo era nada.
"¿Qué te pasó?"
-El mismo idiota hombre no perfecto de siempre. Ya ni llorar es bueno, comadre.
Sonreí. Eso, los príncipes azules siempre terminan pasando por una lluvia ácida de color amarillo y se convierten en una figura de un verde verdaderamente atractivo y a la vez mortal, como la sensación de polvo en la garganta.
-¿Y por qué permites que eso suceda?
¿Por qué lo permitía? ¿Por qué dejaba a mi mundo atormentarme? ¿Por qué no luchaba contra mi misma?
-No es que lo permita. Ése es el problema. Ya no me acuerdo como llorar. Solo ya me fastidié de él, de todos y de todo.
Llorar tiene sus ventajas, suele ser una marea de cloro y ácido con sabor salado que baja por las mejillas y se siente en el corazón, lo descarga.
Su última pregunta me dejó helada.
-¿Y qué vas a hacer?
Nada.
-Nada, dejarlo podrir y darme de topes en la pared. Ya después llegará algo. Creo. Siempre llega.
Siempre ha sido así. Cuando peor me siento, huyo de todo en mi mente, en mis historias, en todo. El mismo mundo que termina por arruinarme la vida es a la vez una escapatoria que se abre cuando peor me siento y sé que no puedo salir de mi habitación.
Ese mundo es una bendición y a la vez una cruz mortuoria en la que sufro constantemente.
A veces me maldigo porque todavía, aunque ya no soy niña, puedo imaginar.
Ah que los recuerdos. Me dí unas cuantas vueltas en la cama y abrí los ojos. Todavía era de noche. No se qué tan de madrugada pero todavía la capa de sombra cubría cada rincón de mi espacio. Miré al techo, abrazándome, intentando recordar que me había pasado después.
Ah sí, lo que otra persona me dijo.
No sé si llamarlo "amigo", "amor tardío", "amor ilusión" o simplemente "otro que me rompió el corazón". Se me pierden los nombres porque una misma etiqueta le cabe a muchos rostros. Con tantas palabras, a veces prefiero recordar imágenes, aunque sean en blanco y negro, aunque ese par de anteojos pudieran ser de cualquiera, aunque esa expresión ausente del que mira hacia otro lado pudiera ser de alguien más.
Lo recuerdo. No, más bien, lo tuve que recordar porque se apareció en mis mensajes justo en el peor momento.
"Calma. He's not worth it, no one is."
¿Cómo sabía lo que me pasaba? Tan común de él saber cosas de mí de las que yo apenas me entero. Tan común de él encararme a todo lo que odio y disfrutar viéndome sufrir. ¿Lo sabes, Luis? Eres un maldito sádico.
Escribí como él, solo para intentar crear un espejo aunque sabía que con él eso no funcionaba.
"Pero el sueño es encontrar who can fit in. Los fallos son necesarios, lo sé pero ¿tantos? Me frustra, me fastidia y me duele. Eso."
Lo imaginé sonriendo, como en la imagen con mirada ausente que siempre recuerdo con mucho cariño, imagen que aunque desdibujada ya, todavía sigue haciéndome pensar en los "hubiera".
"Los buscas, lo sabes. No lo hagas. Abre bien los ojos; cierra bien el corazón. Cerrarás los ojos cuando alguien logre abrir tu corazón"
Ahora que leo bien ese mensaje me pregunto ¿Qué quiso decir realmente? Solamente respondí un "deal" en ese instante porque ya no quería discutir con él. Quería darle la razón y poder dormir aunque fuera un instante, escapar de otra noche como en la que ahora estaba, pensando en todo.
Pero al parecer, esa noche, él no estaba satisfecho de mí. Me dio una estocada que me dolió mucho pero a la vez me abrió los ojos, justo como el "esa es una pregunta que no pienso responder" que me había dicho alguien más no muy detrás:
"En serio pregunto. ¿Sigues siendo la misma Ana Laura? Sufrir le ha hecho bien a tu poesía. La vocación de tus letras es ser miserables"
Le dije "tarado", "estúpido", me enoje mucho y él ya no respondió más, como siempre.
Reaccioné. No estaba leyendo sus mensajes. Todavía era yo, acostada en una cama fría, mirando al techo y dejándome absorber por los recuerdos.
Miserable. Sí, eso.
Tan miserable como la niña de seis años a la que nadie del grupo le hablaba después de que por inundar el salón, su mamá le había dado la paliza de su vida.
Tan miserable como esa misma niña que en la hora del recreo veía a su hermana pequeña jugar con sus amigos mientras daba una y otra vez vueltas al patio de la escuela, fingiendo que nada pasaba pero con ganas de llorar.
Ah que los recuerdos. Ah que pinche mundo asqueroso y triste en el que me tocó vivir. Ah que pinche mundo me he creado.
Volví a cerrar los ojos, intentando olvidar.
Qué difícil es existir sintiéndome tan sola. Qué difícil es olvidar los gritos y recordar que siempre termino quejándome en una habitación vacía, en silencio, en las sombras.
¿En qué estaba pensando en un principio? Apenas lo recuerdo.
Ya no eran las tres de la mañana, eran las cinco. Había despertado porque alguien había pensando en mí. En mi mente solo podía imaginar al nuevo él pronunciando mi nombre, sonriendo y deseando que estuviera a su lado.
Sin abrir mis párpados, sonreí. Era hermoso pensar que por fin había encontrado una persona que tenía interés para reclamarme por algo y esperar que respondiera dejando todo de lado por él. Y ahora más que nunca, sabía que eso era justo lo que había hecho. No supe por qué pero tuvo suficiente fuerza lo que me dijo, que reaccioné y a partir de ese momento, lo pensaba de tanto en tanto, checaba mis mensajes y lo buscaba con avidez.
Rememoré todos los instantes en los que él había logrado detener mis latidos y sonreí, sonreí aunque sabía que aquello era solo un espejo a mi yo miserable.
Miserable porque no sabía si lo que había hecho en realidad me traería una sonrisa cada mañana o simplemente había cometido otro error de cálculo y el nuevo él también se iría sin pensar ni un pequeño instante en mí, porque como todos, a él también pdría gustarle jugar al amor.
Miserable, al fin y al cabo, miserable.
Eran las cinco de la mañana y yo solo podía pensar en que quería morder un pan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario