Lo miré mientras caminaba por el bulevar de los sueños rotos, tenía la guitarra caída y la mirada observando el vacío.
En realidad apenas pude divisar su espalda un poco apagada y sus manos escondiéndose en sus bolsillos.
Lo que captó mi atención fue su guitarra dormida, acariciando su cuerpo, colgada con mira al suelo y expresión fatigada.
Anduve un rato tras de él, observando. Caminaba como si el beber las calles apenas desgastara las suelas.
No, más bien caminaba como si huyera.
Pero no huye, pensé. ¿Cómo podría huir a un paso tan suave?
Me detuve y el siguió alejándose. Quise detenerlo y con una sonrisa levantar la guitarra que languidecía como su espalda joven y a la vez vencida.
Quise pero supe que no podía hacer mucho.
En el bulevar de los sueños rotos, cada quien camina por su propia calle.
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