viernes, 21 de enero de 2011

Juicios sin promesa.

Giro tan rápido que no puedo percibir si caigo, me elevo o sólo estoy dando vueltas sin sentido ni destino aparente. Me ha dolido tanto el corazón que no entiendo qué significa que estés aquí. ¿Sabes?, sólo te veo decidido a levantarme cuando creí que estaba completamente sola.

Llegaste, estuviste ahí. Sumido en penumbras apenas visibles, me miraste con dulzura hasta que me viste caer y entonces no sujetaste más las ganas de estar cerca y saliste un poco de las sombras. Sí, me diste tu mano, yo la tomé y abracé la calidez de tu consuelo.

Ahora que después de tantas veces de intentar, por fin estamos cerca, me doy cuenta por las huellas tristes de tu mirada que también estás herido. Lo siento, lo veo. Tu rostro calla mientras sujetas mi mano. No sé por qué no puedo hablarte directamente. Quizás nos hemos acostumbrado tanto al silencio que ¿cómo dejarlo de lado para mirarnos de frente? No es que no quiera hablar, es que tengo miedo. ¿Tú que dirías?

Muchas veces, al intentar recorrer grandes distancias en poco tiempo me he topado con muchas desilusiones. Es así como estoy aquí: con el corazón destrozado, la razón desganada y el cuerpo miserable de alguien que apenas piensa del mundo. Entonces así, como soy, te miro a ti tan hermoso, tan sincero; cuando peor me siento, tú callas y nos encierras en una sombra que es nuestra, en un mundo en el que solamente nos tenemos a nosotros y a las estrellas. ¿Cómo hacerte entender que sin ti el tedio en el que me he sumido resulta tan profundo y perdido como cualquier inconsciencia sin sueños?

¿Qué pasa? ¿Qué siento? Creo que alguna vez te lo dije, solo quiero que estés cerca. Mi yo impulsivo quiere presionar y obligarte a decirle al mundo que soy yo y nadie más pero ¿cómo lo vas a decir si tampoco estás seguro? Lo que es es, y lo que será, será...

Tenemos que detenernos. Tenemos que decir que algo cambia pero todavía no lo hace por completo. Tenemos que darnos cuenta que ya no podemos vivir sin el otro y a la vez, también hay que decir que es muy pronto decir "ahora", que todavía duele el pasado, que a veces la oscuridad es hermosa, que nos gusta vivir atormentados. Tenemos que reconocer que somos tan retorcidos que nuestras propias ideas terminan cauterizando los golpes para hacerlos cadena.

No, te juro que no voy a callar. Te juro que digo todo esto porque a susurros todavía no logro hacerte entender que acepto quererte como eres, en silencio, en la oscuridad, en las sombras, a ratos, sin condiciones. Quiero que me busques cuando lo necesites, que nos miremos de lejos, que me llames por ese nombre que odio y me dejes enamorarme del tuyo para grabarlo algún día en mis ojos.

Sólo eso. Lo demás, el tiempo lo dirá.

martes, 18 de enero de 2011

Miradas, lazos rojos y otras canciones sin destino.

Ni siquiera fue un reencuentro frente a frente. Simplemente no tuve el valor de encararlo y obligarlo a que me mirara y me dijera algo directamente. Ni sé qué fue lo que supe o si en verdad él está mal. No entiendo, pero aunque intenté ya no mirarlo, después de que cordialmente me dijo que no me podía corresponder, hace algunas horas me di cuenta que él no estaba muy bien.  

¿Qué le pasa?, pensé,  yo le dije que lo querría a pesar de todo y que mi amor (¿o cariño?) era tan grande que él solo tenía que preocuparse por ser feliz. ¿Por qué eso no es suficiente para que busque su vida en otro lado (no muy lejos de mí) y me eche en cara que la mejor decisión de todas fue el jamás pensar que la felicidad estaba a mi lado?

Sucede que a veces soy egoísta. Mucho, diría yo. Querer, hasta donde entiendo, jamás debe ser un acto egoísta, sin embargo. ¿cómo no ser egoísta cuando sabes que si te hubiera elegido a ti quizás su corazón no se hubiera quemado tan rápido?  ¿Cómo no ser egoísta cuando lo único que quieres decirle es un "Te lo dije. Debiste haberte quedado conmigo"? ¿Cómo quitarme la sensación de un hubiera en el que él pudo haber sido feliz por más tiempo? No es que yo fuera la respuesta a la felicidad eterna, lo sé; sé que quizás también conmigo la felicidad no podría haber sido menos dolorosa, irritante y molesta (así de bien creo que me conozco), pero... Pudimos haberlo intentado, ¿no? pudimos y él, sabiendo eso (quiero pensar), dijo que no. Yo lo respeté íntegramente (o lo intenté aceptar en cachos) pero cuando miré a mi alrededor buscándolo, lo vi ahí, triste, solo, quejándose del karma y buscando olvidar todo en un cigarro de marihuana. ¿Cómo hacerme entender que debo mirarlo sufrir sin decir nada?

Lo miré y me sentí triste. Pensé en lo que pudo ser y la verdad es que dolió, pero lo sentí más por él, o a lo mejor sentí más el hecho de que aún solo, ni por un momento pasó por su cabeza apoyarse en mí. Quizás por quien en realidad me estoy sintiendo mal es por mí, pero quiero pensar que no, porque entonces volvería a caer en el egoísmo y no quiero. Mi firme propósito es querer y que aunque ese sentimiento no sea correspondido, poder ser al menos partícipe y espectador de cómo nuestras vidas se desarrollan en distintos caminos sobre un mismo plano, pensar que cuando dos personas se conocen y deciden tener algo que ver, sea bueno o no, de cierta forma sus destinos se cruzan un instante y después de eso permanecen dentro de cierta sintonía ¿o no?

Bueno, en conclusión, eso es lo que sucede, que quiero a alguien (aún no entiendo en qué forma exactamente) y él, aún triste, no quiere saber nada de mí, ni quiere que sea su amiga, ni quiere que lo consuele, y quizás ni me quiere cerca.

Debería rendirme y entender de una vez que no soy nada para él, pero ¿cómo entenderlo de una forma en la que me resigne y me pueda alejar para siempre?

martes, 11 de enero de 2011

Espalda sin rumbo

Lo miré mientras caminaba por el bulevar de los sueños rotos, tenía la guitarra caída y la mirada observando el vacío.

En realidad apenas pude divisar su espalda un poco apagada y sus manos escondiéndose en sus bolsillos.

Lo que captó mi atención fue su guitarra dormida, acariciando su cuerpo, colgada con mira al suelo y expresión fatigada.

Anduve un rato tras de él, observando. Caminaba como si el beber las calles apenas desgastara las suelas.

No, más bien caminaba como si huyera.

Pero no huye, pensé. ¿Cómo podría huir a un paso tan suave?

Me detuve y el siguió alejándose. Quise detenerlo y con una sonrisa levantar la guitarra que languidecía como su espalda joven y a la vez vencida.

Quise pero supe que no podía hacer mucho.

En el bulevar de los sueños rotos, cada quien camina por su propia calle.

lunes, 10 de enero de 2011

Ideas y migajas.

Puedo decir que en la madrugada, después de decirte "buenas noches", te quise un gramos más de estrella. Bueno dos... Casi podría jurar que tengo una galaxia entera que darte ya, pero ¿eso importa? No creo.

¿Quieres saber que más? Bueno, también te escribí un relato. Bueno no, lo tatué en mis recuerdos y aquí lo tengo, guardado junto a tu silueta. Prometo susurrártelo al oído algún día.

Perdona si en vez de decir que te quiero prefiero escribir versos al aire. Perdona si no soy el tipo de persona que mira la realidad y entiende lo que significa la distancia. Perdón por creer en los relatos de tierra y nube. Perdón por pensar demasiado y querer que sepas todo lo que pasa por mi mente.

Hoy, por primera vez tuve miedo al ver que nada de lo que te decía hacía que me respondieras. Quise explicarme todo con el "No quiere que sepan que lo quieres. Como que tiene miedo a que te roben y así." que alguna vez me dijiste y ¿sabes? no funcionó. No funcionó porque el miedo de perderte, ahora es más grande que cualquier otro pensamiento.


¿Quieres saber que pasó? Se me congelaron los dedos y los versos desgarrados tipo "Romanticismo" salieron de mi piel, quemándome. Casi puedo jurar que el corazón se me perdió.


Y aquí estoy otra vez, escribiéndote. Siempre que siento que no estoy viva escribo mucho, y lo peor de todo es que cuando siento mi corazón latir, escribo más... ya ni se diga de cuando estoy enamorada porque podría dejar de comer o de dormir con tal de regalarte en un papel mil composiciones sin sentido.

Tengo miedo, no sé pero lo tengo... y tengo frío, frío cuando pienso en un tú distante.  


Hoy me dijiste. "Me extraño ¿Qué me hiciste? y yo respondí "Te perdí para ver si me buscas". No sé que pensaste cuando supiste eso, pero quería que al menos fueras consciente de que yo también me siento perdida y deseé que al menos estuvieras en la misma situación. 

En realidad no sé que te hice, no sé si funcionó y no sé cuánto durará, sin embargo, quiero pensar que estamos perdidos con camino a compartir la nada. 


Ahora te pregunto ¿Tú que me hiciste? ¿Por qué te ganaste mi corazón tan rápido? ¿Por qué no dejo de pensar en ti? ¿por qué escribo tanto con la esperanza de que leas algo y sonrías?.


Ay tantas cosas que no sé... pero esta vez se trata de ti y voy a guardar algunos versos para que parezca silencio. 

Me voy a callar para que pienses que al parecer no pienso en ti aunque lo haga. 

Te voy a decir que te quiero y voy a cerrar muy fuerte los ojos, esperando no sentir que te alejas, esperando que te acerques más y ya no te vayas nunca.

domingo, 9 de enero de 2011

Percepción.


Recuerdos como rompecabezas
dispersos, radiantes.
Te miro en instantes.

Guardo cada verso de ti
Te reconstruyo en la penumbra.
Mira como vuela la bruma

La mirada se recompone.
Somos fragmentos desunidos.
Como alas de sueños caídos

La mente altera la percepción.
Somos irrealidad infinita.
Los ojos no son lo que miran.

sábado, 8 de enero de 2011

¿De quién es la culpa?

Eran las tres de la mañana. No supe cómo pero desperté sabiendo que pensaba en mí. En mi mente podía verlo pronunciando mi nombre, sonriendo y deseando que estuviera con él.

Sin abrir mis párpados, sonreí. Era hermoso pensar que por fin había encontrado una persona que tenía el interés suficiente para reclamarme por algo y esperar que respondiera dejando todo de lado por él. Bueno, lo hice, no supe por qué, pero reaccioné y a partir de ese momento lo pensaba de tanto en tanto, checaba mis mensajes, lo buscaba con avidez.

Rememoré todos los instantes en los que él había logrado detener mis latidos y sonreí, sonreí aunque sabía que aquello era solo un espejo a mi yo miserable. Miserable porque sabía que le estaba haciendo daño a alguien y que ese alguien se daba cuenta que nos alejábamos cada vez más.

¿Qué puedo decir? Siempre que le dedicaba algún poema me decía "no es justo, yo no soy escritor" Cuando le  hablaba en verso me decía "No entiendo" y cuando me enojaba mucho al ver que a otras si les regalaba algunas metáforas, él me dedicaba una sonrisa y me decía "pero a ti te quiero". ¿Qué podía decir ante eso? Siempre caí en todas sus trampas, hasta que lo quise tanto que se volvió imprescindible. Sí, también lo busqué a él, lo miraba de lejos, me moría de celos, soñaba con su voz... me  hundí tanto y tan profundo que pensé que quizás así era la vida, oscura pero a su lado. Entonces, un día le pregunté "¿Me quieres?" y su "mucho" no me supo igual. Me había dicho tantas veces "te amo" que quizás lo había dado por sentado sin creerlo realmente. Me aventuré un poco más y con todos mis miedos atorados en la garganta, tomé la pala para cavar mi tumba un poco más, solo un poco más...

-¿Y por qué me quieres tanto?

No recuerdo si lo pregunté así, apenas puedo traer a mi memoria el instante completo y preciso, sin embargo, lo hice.

-Esa es una pregunta que no pienso responder.

No sé ahora si el énfasis en "no" es producto de mi imaginación o en verdad él lo hizo. No sé si las largas pausas entre tus respuestas significaron algo, no sé si en verdad tomó un hacha y quebró hasta el último cristal dentro de mi pecho. Hay muchas cosas que no sé y que no sabré; y eso usualmente me atormenta; pero no saber en específico algo con respecto a él dolía, y mucho.

A estas dudas él decidió darles el nombre de "arranques" y con toda razón. Duele y a la vez me enoja. Me enoja que sufrir me ponga a merced de alguien y me hace sentir tan vulnerable que no puedo dejar de pensar que es estúpido que tenga que consagrar cada instante inconsciente de mi existencia a una persona que al parecer no le importa.

Pensé esa noche, recordando, lamentándome, insultándome. Tenía los párpados cerrados con fuerza e intentaba olvidarme de todo, limpiar mi corazón y decir "basta" para que la soledad volviera a mi lado como en tantas noches de tormento.

¿Hace cuanto que no lloro? Esa es otra de las cosas que apenas recuerdo. Lloro con las películas estúpidas de amor y con canciones que tienen esencia que quema el alma pero ¿llorar por mí? ¿por alguien? ¿llorar por todos los "adiós" no pronunciados y por todo el veneno que se me acumula en la garganta cuando pienso que este mundo es igual de bueno que una lata tirada en la calle esperando a ser pateada?

No, yo no lloro por eso.

Suspiré, tan largo y tendido que me dolieron los pulmones y me dio vueltas la cabeza.

¿Qué había pasado después de eso?

-¿Qué haces? me había preguntado una amiga, unas horas antes.

Yo suspiré con hastío y di mi peor respuesta:
-Dándome de topes en la pared y enredando mi corazón con cadenas, seguros y muchos candados. ¿Y tú?

Reí amargamente. ¿Por qué decía eso si en verdad nada pasaba? Ella se preocupó por mí. Y eso es lo que odio a veces de las personas, que algunas se preocupan solo por lástima. Bueno que este no haya sido el caso, porque sé que ella en verdad se preocupa por mí.

-¿Qué te pasó?

Sí, eso ¿Qué me pasaba? Me sucedía todo y nada a la vez. Una vez más mis pensamientos me atormentaban y nadie había hecho nada. Todo era producto de mi "mente brillante" y de todos los libros y de todas las ideas relucientes que guardo en una caja de zapatos con la ilusión de algún día hacerlas novela. Todo era yo y mi mundo alterno en el que huyo de la vida. Todo era nada.

"¿Qué te pasó?"

-El mismo idiota hombre no perfecto de siempre. Ya ni llorar es bueno, comadre.

 Sonreí. Eso, los príncipes azules siempre terminan pasando por una lluvia ácida de color amarillo y se convierten en una figura de un verde verdaderamente atractivo y a la vez mortal, como la sensación de polvo en la garganta.

-¿Y por qué permites que eso suceda?

¿Por qué lo permitía? ¿Por qué dejaba a mi mundo atormentarme? ¿Por qué no luchaba contra mi misma?

-No es que lo permita. Ése es el problema. Ya no me acuerdo como llorar. Solo ya me fastidié de él, de todos y de todo.

Llorar tiene sus ventajas, suele ser una marea de cloro y ácido con sabor salado que baja por las mejillas y se siente en el corazón, lo descarga. 



Su última pregunta me dejó helada.

-¿Y qué vas a hacer?

Nada.

-Nada, dejarlo podrir y darme de topes en la pared. Ya después llegará algo. Creo. Siempre llega.

Siempre ha sido así. Cuando peor me siento, huyo de todo en mi mente, en mis historias, en todo. El mismo mundo que termina por arruinarme la vida es a la vez una escapatoria que se abre cuando peor me siento y sé que no puedo salir de mi habitación. 

Ese mundo es una bendición y a la vez una cruz mortuoria en la que sufro constantemente.

A veces me maldigo porque todavía, aunque ya no soy niña, puedo imaginar.

Ah que los recuerdos. Me dí unas cuantas vueltas en la cama y abrí los ojos. Todavía era de noche. No se qué tan de madrugada pero todavía la capa de sombra cubría cada rincón de mi espacio. Miré al techo, abrazándome, intentando recordar que me había pasado después.

Ah sí, lo que otra persona me dijo. 

No sé si llamarlo "amigo", "amor tardío", "amor ilusión" o simplemente "otro que me rompió el corazón". Se me pierden los nombres porque una misma etiqueta le cabe a muchos rostros. Con tantas palabras, a veces prefiero recordar imágenes, aunque sean en blanco y negro, aunque ese par de anteojos pudieran ser de cualquiera, aunque esa expresión ausente del que mira hacia otro lado pudiera ser de alguien más. 

Lo recuerdo. No, más bien, lo tuve que recordar porque se apareció en mis mensajes justo en el peor momento. 

"Calma. He's not worth it, no one is."

¿Cómo sabía lo que me pasaba? Tan común de él saber cosas de mí de las que yo apenas me entero. Tan común de él encararme a todo lo que odio y disfrutar viéndome sufrir. ¿Lo sabes, Luis? Eres un maldito sádico.

Escribí como él, solo para intentar crear un espejo aunque sabía que con él eso no funcionaba.
 

"Pero el sueño es encontrar who can fit in. Los fallos son necesarios, lo sé pero ¿tantos? Me frustra, me fastidia y me duele. Eso."
 
Lo imaginé sonriendo, como en la imagen con mirada ausente que siempre recuerdo con mucho cariño, imagen que aunque desdibujada ya, todavía sigue haciéndome pensar en los "hubiera".

"Los buscas, lo sabes. No lo hagas. Abre bien los ojos; cierra bien el corazón. Cerrarás los ojos cuando alguien logre abrir tu corazón"

Ahora que leo bien ese mensaje me pregunto ¿Qué quiso decir realmente? Solamente respondí un "deal" en ese instante porque ya no quería discutir con él. Quería darle la razón y poder dormir aunque fuera un instante, escapar de otra noche como en la que ahora estaba, pensando en todo. 

Pero al parecer, esa noche, él  no estaba satisfecho de mí. Me dio una estocada que me dolió mucho pero a la vez me abrió los ojos, justo como el "esa es una pregunta que no pienso responder" que me había dicho alguien más no muy detrás: 

"En serio pregunto. ¿Sigues siendo la misma Ana Laura? Sufrir le ha hecho bien a tu poesía. La vocación de tus letras es ser miserables"

Le dije "tarado", "estúpido", me enoje mucho y él ya no respondió más, como siempre. 

Reaccioné. No estaba leyendo sus mensajes. Todavía era yo, acostada en una cama fría, mirando al techo y dejándome absorber por los recuerdos.

Miserable. Sí, eso.

Tan miserable como la niña de seis años a la que nadie del grupo le hablaba después de que por inundar el salón, su mamá le había dado la paliza de su vida. 

Tan miserable como esa misma niña que en la hora del recreo veía a su hermana pequeña jugar con sus amigos mientras daba una y otra vez vueltas al patio de la escuela, fingiendo que nada pasaba pero con ganas de llorar.


Ah que los recuerdos. Ah que pinche mundo asqueroso y triste en el que me tocó vivir. Ah que pinche mundo me he creado.

Volví a cerrar los ojos, intentando olvidar. 

Qué difícil es existir sintiéndome tan sola. Qué difícil es olvidar los gritos y recordar que siempre termino quejándome en una habitación vacía, en silencio, en las sombras.

¿En qué estaba pensando en un principio? Apenas lo recuerdo.

Ya no eran las tres de la mañana, eran las cinco. Había despertado porque alguien había pensando en mí. En mi mente solo podía imaginar al nuevo él pronunciando mi nombre, sonriendo y deseando que estuviera a su lado.

Sin abrir mis párpados, sonreí. Era hermoso pensar que por fin había encontrado una persona que tenía interés para reclamarme por algo y esperar que respondiera dejando todo de lado por él. Y ahora más que nunca, sabía que eso era justo lo que había hecho. No supe por qué pero tuvo suficiente fuerza lo que me dijo, que reaccioné y a partir de ese momento, lo pensaba de tanto en tanto, checaba mis mensajes y lo buscaba con avidez.

Rememoré todos los instantes en los que él había logrado detener mis latidos y sonreí, sonreí aunque sabía que aquello era solo un espejo a mi yo miserable.

Miserable porque no sabía si lo que había hecho en realidad me traería una sonrisa cada mañana o simplemente había cometido otro error de cálculo y el nuevo él también se iría sin pensar ni un pequeño instante en mí, porque como todos, a él también pdría gustarle jugar al amor.

Miserable, al fin y al cabo, miserable.

Eran las cinco de la mañana y yo solo podía pensar en que quería morder un pan.



viernes, 7 de enero de 2011

Versos de lugares y medidas.

Así te quiero,
en la cama,
en los ojos de las calles vacías.

Te quiero en soledad y en noches de lluvia.

Así te quiero, 
en todas las hojas caídas, 
en las primaveras viejas.

Te quiero en todos los otoños de fuego y en todas las sonrisas olvidadas.
En cada espacio gris del techo y en todos los llantos tibios...

Así te quiero,
en las luces rojas y en todos los caminos sin voz.

 Así te quiero, cerca.
 No sé de dónde, pero cerca.

Cerca de los universos recostados en tu lado de la almohada
Cerca de las mañanas con sábanas de menta.
Cerca de los rostros fríos y las manos sin rumbo.
Cerca de las grandes olas de hierba y las páginas amarillentas.

Cerca.
Así te quiero, cerca 
y también  lejos.
Lejos de mí alma atormentada y los gritos que reprimo con la esperanza débil.
Lejos de todos los inviernos punzocortantes y las flores de entierros anónimos.
Lejos de las farolas que olvidan brillar y las paredes destruidos por la nada.
Lejos de mis pies fríos y tímidos.

Lejos... muy lejos.

Porque te quiero,
te quiero cerca.

Porque te cerca,
te quiero lejos.

Porque te lejos, cerca.
Porque te distancia, quiero.
Porque te quiero, anhelo.

Sí, así te quiero.

sábado, 1 de enero de 2011

Condenados

-Todavía nos queda un poco de tiempo.
-Quizás. O puede ser que también ya no nos quede nada.
-¿Como deberíamos llamarnos entonces?
-Condenados, tal vez.
-Suena bien, me gustan las palabras que empiezan con "c"
-Sí, lo sé, por eso lo dije.
-Me conoces bien.
-A ratos. A veces no tengo ni idea de lo que quieres decir.
-¿Enserio?
-Sí.
-Ahora entiendo.
-Hmmm...

-¿Quieres saber?
-¿Qué?
-Lo que ahora entiendo.
-Si me lo quieres decir...
-¿Quieres saber?
-Solo si tienes interés en decírmelo; si no, aunque quisiera, no me lo dirías. Espero a saber que piensas antes de actuar y así no frustrarme.
-Curioso.
-¿Si? ¿Qué?
-Tu forma de pensar, tan desobligada, tan poco comprometida.
-Para ti puede parecer así, pero no lo es.
-¿No?
-No, actúo así porque así no sufro; si sufriera, créeme, tú sufrirías conmigo.
-¿Por qué?
-Porque alguna parte de ti todavía me quiere y si yo sufriera, lamentarías verme así y saber que fue por tu causa. Por otro lado, soy parte de ese tipo de personas que son muy vengativas y te haría sufrir.
-Tienes problemas mentales.
-Solo cuando se trata de ti.
-Más bien, solo cuando se trata de nosotros.
-Sí, algo así.
-Hmmmm...

-¿Vas a decirme?
-¿Qué?
-Lo que ahora entiendes.
-Espera, estoy pensando
-¿En qué?
-En el por qué nos equivocamos.
-Siempre has sido así... "Por qué, por qué, por qué" ¿Qué acaso tiene que haber una respuesta a todo?
-Antes pensaba que sí, ahora no lo sé.
-Y si ya entendiste eso, ¿por qué seguir intentando buscar razones?
-No sé, me gusta pensar.
-Bueno, tienes razón, por ahora eso es todo lo que nos queda.
-Lo sé.
-Solo tú eres capaz de molestarme tanto cuando tienes la razón.
-No te enojes, te voy a decir lo que ahora entiendo.
-Escucho.
-¿Sabes? Lo que acabo de entender es que nada tiene sentido y que jamás lo tuvo; quizás, si tengo razón, jamás lo tendrá. Lo sorprendente de todo es que, aún cuando carece por completo de lógica, estamos aquí, tú y yo, al borde del precipicio, juntos. Por más que lo intento, no puedo imaginarme en otro lugar que no sea este, contigo, aquí y ahora.
-¿Eso es todo?
-¿No te sorprende?
-No, ya lo sabía.
-¿Enserio?
-Sí.
-¿Por qué no me lo dijiste?
-Lo hice.
-¿Cuándo?
-Cuando me dijiste que quizás nos quedaba un poco de tiempo.
-Pero...
-Al hablar del tiempo, insinuaste que quizás había una posibilidad de escapar;  sin embargo, mi corazón latió tan fuerte con solo escuchar tu voz, que entendí que estábamos atrapados, o al menos yo y con eso era suficiente, porque no iba a dejarte ir. Aún así, te dije que quizás ya no nos quedaba tiempo...
-Entonces...
-Fue cuando te dije que estábamos condenados. Condenados a estar aquí, juntos, al borde de la nada y sin saber a donde ir. Lo había entendido hace poco y aún así, resumí todo lo que siento por ti en una palabra.
-¿Condenados?
-Sí.
-Eso suena a tortura.
-Lo es.
-¿Por qué?
-Para mí es insoportable el solo pensar que no estés aquí.
-Pues no lo hagas.
-No puedo, tal y como dijiste antes, te conozco bien.
-¿Y?
-Sé que tú si puedes pensar en otros lugares y en otras personas.
-Pero te acabo de decir que...
-Te oí, pero lo que me dolió fue escuchar que lo intentaste y al menos yo, jamás podría siquiera intentarlo.
-¿Por qué?
-Ya te lo dije, es mi condena.
-¿Y así de fácil lo aceptas?
-No veo por qué no habría de hacerlo.
-¿Lo dices así? ¿Tan fácil?
-Es fácil cuando sientes que no hay otra razón más que respirar por esa persona.
-¿Eso qué significa?
-Que te amo.