domingo, 13 de febrero de 2011

Suspensiva.

Me preparo para quedarme sola lo que me resta de vida. No es fácil pero es necesario. Cada vez que necesito compañía y mi corazón oprime con fuerza mi pecho, cortándome la respiración, me recuerdo mi meta y ya no duele tanto. Sé que si sigo así, algún día lo lograré. Prepararse para eso que llamamos "el resto de la vida" requiere mucha práctica y también de mucha voluntad.

Cada mañana despierto y me niego a mirar a las paredes para que no me hagan plática, mejor mirar al suelo que sólo te sostiene sin decir nada. Me baño y me visto, preparo algo para desayunar y me resisto a platicar con las frutas que alegremente parlotean versos de sol. 

Cuando salgo a la calle, me escondo tras mis lentes oscuros, con la ilusión de que nadie mire que hace siglos no platico con la noche y ésta me atormenta con sus lágrimas hasta robarme la última gota de sueño. 

Siempre camino por las mismas calles y ellas, quietas, me miran sin decir nada. Todos los rumbos han aprendido a no llamarme más. Creo que por eso me gusta caminar por ahí, por esos lugares en los que pocos pasan, donde los pájaros no cantan y las flores se marchitan más rápido de lo que pueden desarrollar consciencia de estar vivas.

¿Por qué he decidido estar sola? Es algo que yo también me pregunto a veces, dudando si estoy haciendo bien en ya no hablar con nadie ni cruzar una mirada. La verdad es que no hay nada correcto o incorrecto en la vida, sólo están las decisiones que tomamos y aquello que dejamos ir. Pues bien, yo elijo dejar el contacto con la vida y con todo lo demás. Quiero averiguar si desaparezco, quiero ver si mi existencia llega a ser lo suficientemente débil para que nadie recuerde ni mi nombre ni mi figura, quiero ser ésa que no tenga sombra, quiero ser la que muera solas ¿Por qué? Por que así no duele, así no busco ser algo que no soy y no busco agradarle a alguien, así no hay decepciones, así no duele perder. ¿Para qué buscar una vida compartida con una sociedad que se destruye a si misma? Yo ya no quiero vivir así y como soy una cobarde, no puedo simplemente saltar por un edificio. 

Es entonces que elijo no hablar jamás, no mirar, no sentir. Solo somos yo y mi sombra y esta última poco a poco está desapareciendo; puedo sentir cómo se disuelve y apenas la miro de reojo, para ver si piensa que ya no la quiero y termina por largarse. Por mí que se vaya, que ella también me abandone. Quizás cuando se vaya ahora sí estaré completamente sola y podré empezar a desaparecer yo también. A veces me siento un poco invisible, a veces dejo de reflejarme en los espejos. ¿Cuándo por fin dejaré de existir sin morirme? No sé, pero espero que sea pronto.

3 comentarios:

Miréia Anieva dijo...

Gracias por esto. Lloro.

Humberto Dib dijo...

Hola, Ana, estoy visitando espacios que suelo ver en los blogs de amigos, el tuyo aparece en varios de ellos. Me pareció muy bueno, así que voy a quedarme por aquí como seguidor.
Si tienes ganas, te invitó a pasar por el mío.
Un saludo desde BA.
Humberto.

www.humbertodib.blogspot.com

Luis Elbert dijo...

Como siempre he dicho, nadie prepara la crema de rosas y limón como usted.
Siempre es un verdadero placer visitar su blog.

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Peace&Love