"Un agujero negro, según la ciencia actual, se debe a un proceso de implosión, ya que cuando la estrella agota su combustible, estalla; pero si su campo gravitatorio fuese lo suficientemente grande, éste superaría la explosión y comprimiría todo el material a un volumen cero y densidad infinita"
Un noche sin fecha, nos recostamos en un parque sin nombre. En la hierba fría, jugábamos a recordar los cien sabores más dulces del aire, los cien aromas más tibios del año, los besos más tiernos entre estrella y estrella...
-A ratos siento que olvido.
-Sí, yo también.
Cuando el silencio nos cobijó, te abracé y escondí mi nariz entre tu ropa; aspiré con tanta fuerza que mi olfato rezongó con miras a sangrar y mis pulmones se estremecieron por el exceso de oxígeno. Me encogí de dolor pero no te solté. Mi nariz siguió olisqueando tu ropa y comenzó a rozar espacios de tu piel. Tú te estremeciste y tu aroma se volvió más dulce.
Poco a poco, sentí como tus músculos comenzaban a descansar y tu brazo colgaba ya inerte sobre mi espalda. Dejaste de mirarme y cerraste los ojos, tan vertical, tan tibio.
Mi nariz seguía consumiéndote poco a poco. Mientras seguía rodeando tu perfume, mis manos encontraron la forma de ir materializando cada nota suave que recorría tu aire. Te acaricié. Las formas de tu piel y tu carne fueron cediendo poco a poco ante mi tacto, me atrajiste a ti y en una estampida de labios confusos, me robaste más de un suspiro del cuerpo. Me besaste. Ahora fueron tus manos las que se deslizaron por mi vientre, las que robaron mi blusa y dibujaron círculos en mi pecho. Me acerqué más a tu cuello, abrí las piernas, dejé que tu cintura dominara a mi cuerpo y sentí el peso de tu alma aligerando mis ideas, disparando mi corazón...
Nos consumimos. Yo bebí hasta la última gota del aroma embriagante de tu piel y tú y tu lengua se llevaron hasta mi último sabor, dejando mi piel insípida, seca, marchita pero con un fuerte aroma a ti. Cerré los ojos por primera vez y mi respiración agitada tembló en mis oídos, el aire comenzaba otra vez a asfixiarme.
Desapareciste. Sabía que seguías ahí pero el peso del aire y tu aroma se cernían sobre mí con una fuerza demoledora. Dolía y quemaba. Mis ojos comenzaron a nublarse de luz y dejé de distinguir formas, solo sabía que tú seguías a mi lado, recostado, excitado, jadeando...
Estaba cansada de mí y al consumirme en ti, mi esencia se había diluido, había perdido mi corporiedad y ahora era presa fácil del viento, que se abalanzaba sobre mis recuerdos y dejaba a mi cuerpo inerte fundiéndose. Todavía lograba vislumbrar el cielo, pero puntos negros comenzaron a robarse las estrellas hasta que consumieron hasta mi última esperanza. Entonces ya no supe más de mí, solo distinguí un susurro a lo lejos y tus manos comenzaron a dibujarse.
Desperté.
-¿Estás bien?
Estaba recostada sobre la hierba fría, mirando tu rostro que se encontraba a corta distancia del mío, tus brazos encerraban mi cuerpo y la leve presión que ejercías comenzó a dilatar mis pupilas. Quería besarte pero me contuve.
-¿Qué pasó?
-El aire me asfixió. Por un instante me sentí parte del universo. Lo vi, lo olí, casi pude sentirlo.
-¿Ah sí? ¿Y a qué huele el universo?
-A ti.
Y seguí ardiendo, buscando volver a implotar.
1 comentario:
Simplemente maravilloso, no se como puedes hacer llegar al lector tantos sentimientos y sensaciones.
Un gran post. Mis felicitaciones
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