sábado, 25 de diciembre de 2010

Rugidos de nieve.

La pregunta que más odio en estas fechas es cuando tengo que decir si me gusta celebrar la navidad o no. Mi respuesta siempre es  "no sé".

¿Sabes? celebrar cosas en las que que apenas pienso nunca ha sido mi fuerte. Tengo problemas con las medidas del tiempo, solo sé que hace frío o calor, que a veces tengo tiempo o no, lo único que sé de la navidad es que se matan muchos árboles y se les devuelve la vida con luces artificiales.

Aún así, también sé que una navidad yo quise tenerlo todo.

Quise tenerte a ti, quise tener amigos, quise olvidarme un poco del mundo que me atormenta y creer verdaderamente que los obsequios comprados a última hora pueden transmitir algo más que deseos.

Quise, tuve y perdí.

Es tan fácil meterse en una cara blanca con luces, es tan fácil creer que la nieve es tibia, que la felicidad viene envuelta en papeles brillosos, es tan sencillo creer que todo está bien...

Lo sé, lo admito, me sobrecogí con todo un efímero plástico y pensé: ¿qué tiene de malo? Por ahora soy feliz.

Cegarse de los problemas, del tiempo fallido, de los errores, de los gritos...

Adorné nuestra casa con estrellas doradas y espumillón de colores, compré esferas y un bello árbol blanco. Me vestí de rojo y aguardé...

Ya no apareciste. Siempre puede más meses de rencor que un día artificial para disculparse.

Si quise hablar, solo pude susurrarle a tu regalo. Si quise pedir perdón, lo guardé en la caja de adornos para que no volviera a salir.

La pregunta que más odio en estas fechas es cuando tengo que decir si me gusta celebrar la navidad o no. Mi respuesta siempre es  "no sé", porque una navidad, tu regalo fue alejarte de mí.

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