Cuando era niña odiaba leer, era malísima.
Mi padre comenzó a regalarme los libros más divertidos e interesantes que podía encontrar; empezaba a leérmelos y cuando me quedaba intrigada con las historias, me daba el libro y decía: ¿Quieres saber que pasa después? Descúbrelo por ti misma. Devoré libros enteros y aún así quería saber que pasaba una vez establecido un final, quería que las historias continuaran....Entonces imaginé y la vida como la conocía cambió. Ahí fue cuando quise escribir.
Recuerdo que tenía ocho años cuando le dije a mi mamá "Quiero escribir". Ella sonrió y contestó: "Pues agarra una libreta, una pluma y escribe"; me regaló una blog de cuadro grande, era viejo y las hojas se despastaron. Ahí traté de escribir mi primera novela. Aún conservo ésa vieja idea en mi cabeza.
Podría sonar increíble, pero en alguna parte de mi niñez llegó el momento en el que me harté, me aburrí de las cosas normales, dejé de tener amigos (creo que toda la primaria jamás le hablé a alguien) y comencé un diario: Sólo él fue mi amigo.
Cuando estoy triste busco algunos buenos recuerdos y no puedo evitar llorar, reír y enojarme con el pasado, me sirve para escapar de la realidad.
Muchas cosas han cambiado: mi padre ya no elige los libros que quiero, es irónico pero a veces le gustaría que leyera menos; mi mamá me sigue regalando libretas y plumas (yo las colecciono en secreto); ya no tengo diario aunque lo intento,
Pero sigo queriendo escribir.
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