domingo, 17 de octubre de 2010

Tú en la ciudad.



Hoy miré hacia la ventana y el pasado se dibujó en forma de humo y ruido.

¿No eras tú música y agua clara?
¿No eras sueños de luz y felicidad eterna?

La ciudad me miraba decadente, mostraba la peor faz de su esencia y tú no estabas aquí, mirando conmigo la inmundicia y pidiéndome que no llorara, que el mundo no se acabaría estando juntos.

El mundo terminó en diques sin vida y duro pavimento, dejo atrás el cielo azul y se impuso el gris de la indiferencia, de la bruma, del todo en la nada.

Y quise llorar. Pero las lágrimas ardían tanto que reprimí cualquier grito de oscuridad y me quedé con el nudo en la garganta tan parecido a una mañana de tráfico, tan doloroso como el ácido que corroía pinturas en cada lluvia.