lunes, 4 de octubre de 2010
Mortal.
De labios suaves, mi mirada se perdía en su piel tersa y alucinante. Mi mente delirabamientras mis dedos la recorrían lentamente, mis oídos podían sentirla estremecer.
Su boca anhelante gemía sin decoro y su cuerpo en placer aullaba sin pausa. Placer, sí, la amé con locura y por tanto tiempo que mi cerebro vivió por ella hasta el límite de la locura.
En el delirio, sus labios suaves como el carmín se derritieron cual crudo, se volvieron negros, absurdos, pequeñas fuentes de veneno lento, aún invitantes, aún adictivas, pero mortales y dolorosas como un incendio sin control.
Sí, en mi locura su piel tersa se volvió tan clara que parecía papel sin tinta, seco, sin vida... tan frágil que al intentar tocarla se rompió.
Y entonces el recuerdo se desvaneció.
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