La silla enfrente de la mía sigue esperándote.
¿Recuerdas la luz del sol filtrándose a través de nuestra ventana? Sigue igual, cegando a cualquiera que se atreva a mirarla
Tu taza de café espera. Cada mañana la sirvo y por las tardes el agua oscura de de sabor amargo se mezcla con el drenaje.
¿Acaso olvidaste la taza amarilla que te regalé una tarde de otoño y que odiaste tanto que siempre la encontré en la basura? Con el tiempo fue siendo tuya, igual que yo.
Las flores en la mesa se marchitan, pero yo sigo guardando mis preferidas entre las hojas de los libros que no puedo terminar de leer.
¿Verdad que hay historias infinitas? Dime que es cierto que hay libros que no deberían tener final.
La silla, el sol, el café, tu taza, las flores, los libros, los recuerdos... La esencia de ti sigue aquí.
Pero ya no te oigo, apenas recuerdo el sonido de tu mirada; ya no te veo, apenas puedo sentir el calor de tu voz.
Todas tus cosas siguen aquí, yo sigo esperando.
¿Cuando volverás a mirar por mi ventana?
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